Las andanzas de Lord Ruthven
El vampiro es introducido en la prosa literaria por John W. Polidori, creador de una obra “que posee un interés que va más allá de su mérito literario”, en palabras de E.F. Bleiler.
Titulada El vampiro, la pieza fue publicada en 1819 por la revista londinense New Monthly Magazine. Narra la relación del joven e ingenuo Aubrey con el satánico Lord Ruthven, quien más tarde se nos revela como un no muerto. Aubrey debe evitar que el chupasangres contraiga matrimonio con su hermana y se sacie con ella.
En el momento de su publicación, la autoría de El vampiro fue atribuida a Byron, cuestión que posteriormente desmentiría él mismo. Sin embargo, debemos concederle a él la autoría moral e intelectual, ya que Ruthven, en el reflejo que plantea Polidori, no es otro que el propio Byron.
El nombre de Ruthven lo toma Polidori de la novela GlenarvonEl vampiro, Byron queda enmascarado de nuevo con el seudónimo de Lord Ruthven, al tiempo que Polidori encarna al joven protagonista: Aubrey. (1816), obra de Caroline Lamb, quien fue amante despechada de Byron. Hablamos de una pseudobiografía del aristócrata, en la que se le ridiculiza bajo el nombre de Ruthven Glenarvon. Como decía, en
En la ficción, ambos personajes deciden emprender un viaje juntos para recorrer Europa. El viaje es muy similar al que emprendió Byron junto a Percy y Mary Shelley, acompañado por Polidori en calidad de médico personal.
El relato retrata a Ruthven como un ser que promueve el vicio y el pecado, que se regodea con la desesperación del virtuoso y mancilla el honor de jovencitas inocentes y puras. Cargos que también son imputables a Byron aunque en menor grado. Al fin y al cabo, él también fue un libertino, un Don Juan, o por utilizar la expresión inglesa, un ladykiller, que en el caso de Ruthven esto último es llevado hasta las últimas consecuencias.
La conducta aberrante de Ruthven provoca el aborrecimiento de Aubrey, y también su separación. Sin embargo, tras ciertos sucesos en Grecia, Aubrey enferma gravemente y es atendido fervorosamente por Ruthven, que reaparece de manera providencial. Esta situación es un calco de la que se produjo entre Polidori y Byron: harto de las humillaciones de Byron durante el viaje antes mencionado, Polidori se marchó en solitario hacia Italia. Tras padecer una enfermedad, tuvo un encontronazo con las autoridades, del que salió bien parado gracias a la intervención de Byron.
Pero El vampiro es deudor de Byron en otro aspecto. El proceso de realización es parcialmente conocido. Comienza durante aquella famosa noche de tormenta del 15 al 16 de junio de 1816, a orillas del lago Ginebra. Byron, los Shelley, Polidori y el resto de asistentes, se deleitan leyendo relatos alemanes de fantasmas. Inspirados por tan tétricas lecturas, surge la no menos famosa propuesta de que cada uno de ellos escriba un cuento de terror. El resultado es conocido: Mary W. Shelley elaboró Frankenstein o El moderno Prometeo, su esposo Percy se olvidó pronto del asunto y Byron escribió un breve esbozo que Polidori convirtió en su creación.
Dicho esbozo dice así: “Dos amigos viajan de Inglaterra a Grecia. Durante su estancia allí uno fallece, pero antes del óbito hace que su amigo jure que mantendrá su muerte en secreto. Poco después el superviviente llega a Inglaterra, quedando estupefacto al ver a su fallecido compañero moviéndose en sociedad, y horrorizado al ver que le hace la corte a su hermana”.
Respecto a los atributos que Polidori toma del vampiro de las leyendas europeas, aclararé que son prácticamente inexistentes. Es posible suponer que conocía esa creencia según la cual las personas que son malvadas en vida se convierten en vampiros tras su muerte. Pero la mayoría de las características que encarna Ruthven son creación exclusiva de Polidori.
El escritor otorga a su criatura una fuerza sobrehumana y la dota de una posición aristocrática. Sin embargo, algunas de las invenciones del buen doctor han sido poco o nada explotadas, como la capacidad camaleónica de Ruthven y cierto poder de ofuscación similar al glamour de las hadas y otros seres sobrenaturales. Este poder lo utiliza para no ser reconocido en su reentrada en la alta sociedad londinense, tras asumir la identidad de conde Marsden.
Por otro lado, no hay referencias a los medios de defensa contra el vampiro. Tampoco se alude a si está atado por ciertas limitaciones o debe respetar algunas costumbres.
Físicamente, Ruthven, con su piel de tono pálido y mortecino y su mirada intensa, es un arquetipo byroniano, y por consiguiente, heredero de los villanos de la novela gótica.
Su belleza, melancólica y apagada, es la del Satanás de Milton. Una belleza maldita que, como señala Mario Praz, es atributo permanente del ángel caído.
Si parafraseamos a Milton, hay algo en Ruthven “cuyo aspecto y cuyas actitudes rebelan la salvaje energía de una criatura que no era (...) de esta tierra”.
A pesar de cuanto llevo dicho, El vampiro se revela como un relato mediocre. Probablemente, si no se hubiese atribuido inicialmente su autoría Byron, la obra no hubiera transcendido. Sus virtudes quedan al margen de su calidad intrínseca y tienen que ver con su significación dentro de la literatura de terror.
A decir verdad, Polidori creó un prototipo que Bram Stoker convertiría en estereotipo. La creación del primero obtuvo un éxito fulgurante y causó una gran sensación, generando una notoria influencia y una ola de admiradores e imitadores. Traducido sin demora al francés y al alemán, fue mayor su resonancia en el continente europeo que en el propio Reino Unido.