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La familia del Vurdalak

La familia del Vurdalak


En 1847, por la misma época en que salió de imprenta Varney, vio la luz La familia del Vurdalak, escrito originalmente en francés por el ruso Alexei Tolstoi. Conviene destacar la nacionalidad del autor, pues fue el primer contribuyente al género que era natural de un país donde se habían producido casos de vampirismo.
La narración comienza en un salón de Viena, en 1815. Tras un banquete, los invitados narran historias terroríficas. Un noble francés describe un encuentro con vampiros que tuvo hace varias décadas, durante una misión diplomática en Moldavia.
Su historia se inicia cuando solicita aposento en casa de una familia donde cunde la preocupación, ante la ausencia del anciano padre. Salió en pos de unos bandoleros que hostigaban la comarca, pero nada saben de él desde entonces. Por fin regresa, tras acabar con los bandidos, pero sus hijos sospechan que ha vuelto convertido en un vampiro. Este hecho se confirma más tarde. Gorsha, así se llama el anciano, da cuenta de uno de sus nietos y ronda la casa todas las noches. El francés se marcha, obligado por sus asuntos, y regresa al cabo de seis meses. Se encuentra con que todo el pueblo ha sido diezmado por los vampiros, y de hecho, logra escapar in extremis.
Si piensan en ello, verán que este relato es el que recoge, durante el periodo romántico, la mayor cantidad de elementos canónicos sobre la figura del vampiro.
Nos presenta el vampirismo como un mal con capacidad de transmisión. También muestra cómo el vampiro suele empezar su macabra existencia buscando víctimas entre sus familiares más allegados. Introduce elementos como el poder de ser reconocido por los animales –así lo hace el perro de Gorsha–, a pesar de que su verdadera condición pase desapercibida a los humanos. Este vampiro también rechaza los símbolos religiosos (Gorsha se niega a recitar una oración).
La mayoría de estos elementos están recogidos en los casos de vampirismo que mencioné al principio. Además, por una cuestión de proximidad, tiendo a creer que el escritor ruso poseía conocimientos de primera mano sobre el tema.
En todo caso, el mayor mérito de Tolstoi es el de crear un relato cien por cien terrorífico. El viajero de su historia comprueba, a su llegada, el clima de inquietud reinante: una sensación que cede paso a un horror cada vez más desatado.
Aquí el vampiro no es un aristócrata, sino un plebeyo, en consonancia con el no muerto del folklore. Tampoco hay lujo en la ambientación: todo transcurre en una granja de una remota zona europea.
Este vampiro no es un monstruo social ni un funesto amante. Es un ser de ultratumba que pretende sobrevivir con la sangre de su propia familia. Para ello no duda en aprovecharse de la inocencia e ingenuidad de uno de sus nietos, al que convierte en su primera víctima, lo cual añade mayor crueldad y sordidez a la trama.
A diferencia de los relatos hasta ahora mencionados, en la obra de Tolstoi las víctimas del vampiro sí se convierten en no-muertos.
El romance entre el viajero y la hija de Gorsha es una cuestión puramente anecdótica: pese a que él queda prendado de la mujer, los merodeos nocturnos del vampiro y la vigilancia de la familia le restan libertad para conquistarla. Una vez que ella se transforma en vampiro, intentará seducirle, pero no es una “muerta enamorada” al estilo de Clarimonda, y desde luego, el viajero escapa de los brazos de ese monstruo sediento de sangre.
Una última cuestión respecto a Tolstoi. Algunos expertos, como Leonard Wolf, sostienen que esta obra tiene una evidente vena humorística. Es una opinión que no comparto.
Hay elementos que podrían calificarse de surrealistas o de más cercanos al espíritu del gran guiñol. Sin ir más lejos, el pasaje donde los vampiros utilizan a sus macabros retoños como proyectiles para detener la huida del viajero. No obstante, el principal vehículo del relato es el horror, y no el humor.
Sí cabe considerar humorística otra narración del autor centrada en los vampiros, Upires, donde compone una sátira en torno a la alta sociedad rusa.