Una historia real que parece salida de una película de terror… pero es demasiado cierta.
Lo reconoció de inmediato.
Era su hijo.
Había muerto hace una década bajo circunstancias confusas. Nunca le permitieron ver el cuerpo. La familia fue presionada para aceptar una cremación rápida… y ahora, inexplicablemente, su cuerpo aparecía como parte de una colección pública.
Su nombre: Christopher Todd Erick.
Su destino: no fue una tumba, fue una vitrina.
Los encargados del lugar mostraban papeles, permisos, sellos. Todo, según ellos, estaba “en regla”. Pero la madre no buscaba culpables aún. Solo exigía una cosa: una prueba de ADN. Quería certezas. Quería entender.
Estas eran sus preguntas:
• ¿Cómo terminó su hijo ahí?
• ¿Quién decidió convertir su cuerpo en exhibición?
• ¿Por qué nunca tuvo la oportunidad de despedirse?
Las autoridades respondieron con lo de siempre: silencio.
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