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Vampiros del lenguaje

Existe una paradoja muy extraña en un tipo puntual detransformación vampírica. Veamos de qué se trata.

Durante la edad media -y antes- se pensaba que una de lasformas de convertirse en vampiro era cuando el sacerdote que oficiaba un entierro se equivocaba en alguna frase, es decir, cuando cometía algún error gramatical en su latín; en cuyo caso el indignado occiso se levantaba de la tumba durante las noches convertido en vampiro.

La paradoja consiste en que la gente común no sabía latín, al igual que la mayoría de los sacerdotes medievales, que repetían ab ovo sus letanías y artificios; detalle que hace difícil, o imposible, detectar cualquier error gramatical.

Ahora bien, toda paradoja tiene su razón de ser, y ésta no es una excepción. Si bien los deudos y muchos sacerdotes desconocían opíparamente los balbuceos que se emitían durante las exequias, ambos temían con razón cualquier pifia gramatical, justamente porque esta clase de vampiros se cebaban prolijamente en todos los testigos del funeral.

Este horror por el yerro lingüístico tuvo su origen en Europa Oriental, particularmente en Rumania, donde las leyendas de vampiros se multiplican de un modo escandaloso. Por ejemplo, en la ciudad de Cisnadie se pensaba que estos vampiros puristas del latín se levantaban durante la primera noche de su entierro. El único remedio que existía para mitigar su furia era mirarlos directamente a los ojos, actitud que los paralizaba in situ. Como los buenos aldeanos de Cisnadie preferían dormir por las noches, decidieron que todas las ventanas de todas las casas del pueblo tuviesen forma de ojos, en cuyo interior se colgaban velas y lámparas de aceite para imitar el brillo ocular.

En Brasov, casi en el centro de Rumania, se narra la historia de un sacerdote que ofició el funeral de un hombre amargado y melancólico. Saliéndose del oficio, el benévolo cura emitió una frase en latín que no pertenece al canon, pero que consideró oportuna para el agrio mortuus:

-Ad bonum uirum cito moritur iracundius. -dijo el representante de Dios, buscando cómplices entre los comedidos.

Al buen cura le concedemos que sólo se equivocó en una palabra, Iracundius; lo cual desembocó -según anota un cronista implacable- en la conversión del finado en vampiro, y la rigurosa muerte del sacerdote a manos de éste.

-¡Burro! -exclama nuestro cronista, quien al parecer dominaba el latín y el tártaro- Su ignorancia lo condenó. Dijo: ad bonum uirum cito moritur iracundius (El malhumorado muere rápido en el hombre bueno), cuando debió decir: ad bonum uirum cito moritur iracundia (El mal humor muere rápido en el hombre bueno).

Tales fallos gramaticales eran considerados como un motivo perfectamente válido para que un hombre se convierta en vampiro. Razón por la cual los aplicados sacerdotes de las comarcas rumanas solicitaron un permiso especial del Vaticano para concluir los servicios fúnebres con esta piadosa frase:

Humanun est errare.
(Equivocarse es humano).