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Vampirismo y sonambulismo.

¿Qué significa soñar con vampiros? La pregunta es difícilmente abordable desde la generalidad. Los matices lo son todo en lo que respecta a los sueños, aunque en modo alguno están fuera de la interpretación mitológica.

Hablemos de arquetipos. El vampiro es una de esas figuras infinitamente reciclables en la mitología. Los últimos cien años han acelerado y deformado el proceso mediante un bombardeo indiscriminado de películas, novelas y relatos que, en el mejor de los casos, definieron un concepto que jamás estuvo claro. De hecho, el cine modificó esencialmente el arquetipo del vampiro, dotándolo de rasgos positivos, incluso deseables. Por el contrario, el arquetipo ancestral del vampiro vive y se manifiesta de un modo subterráneo; no ya directamente a través de la leyenda, sino bajo los aspectos atractivos que nos presenta el cine y la literatura.

Nuestro amigo Carl Jung vio en el vampiro un representante de las pulsiones colectivas más oscuras, aquella Sombra y quimera paradójica de aislamiento y una necesidad vital del otro. El vampiro de las leyendas habita sólo, aislado en el ícono de la soledad perpetua: la tumba. Sin embargo, necesita de los demás para alimentarse, es decir; es un individuo que sólo Existe cuando Existen los otros.

Esta soledad paradójica del vampiro resulta muy interesante. Normalmente se la combate con la inclusión narrativa o mitológica de tres vampiresas como una especie de consorte infernal, las cuales, representan el pasado, el presente y el futuro; tal como las Nornas escandinavas, Tejedoras de lo inevitable. Carente de alma y, por lo tanto, de humanidad; el vampiro duerme dentro de su ataúd; símbolo de esa ausencia espiritual. Como hijo de la muerte, se recompone en la matriz de la descomposición: la tierra; cuya ternura gélida alberga únicamente a los muertos.

Vayamos entonces al tema de los sueños con vampiros. Pero antes hacemos una aclaración: estas descripciones pretenden abarcar al vampiro como arquetipo, no como reflejo personal del inconsciente.


Sueños vampíricos:
Las variantes son demasiadas como para consignarlas aquí. De modo que sólo daremos cuenta de los sueños con vampiros más habituales.


Yo, el vampiro:
Soñar con ser un vampiro representa la realización de una fantasía homoerótica. El vampiro arquetípico no posee sexo, mejor dicho, posee ambos sexos en su herramienta por excelencia: la boca. Con ella recibe la sangre al tiempo que penetra a su víctima con los colmillos o, como en las leyendas medievales, mediante un apéndice agudo en la punta o debajo de la lengua. Refleja, además, la necesidad de liberar la sexualidad instintiva; aquella que habita en el hombre como el residuo de un pasado remoto, donde el cortejo se reducía a la simple posesión momentánea del objeto deseado. El vampiro lleva esta idea a límites escandalosos. No sólo posee a sus víctimas, sino que se alimenta de ellas, las "marca" eternamente. En este sentido, los vampiros tienen la doble función de liberar la sexualidad animal así como exacerbar los instintos de posesión típicamente masculinos.


Los otros son vampiros:
El mundo que nos rodea está poblado por vampiros, ¡menos nosotros!: aislamiento, rechazo social, inseguridad, son las interpretaciones más ortodoxas. Esta clase de sueños vuelca en sentido contrario la imágen típica del vampirismo. El individuo queda aislado a la inversa. No es el vampiro quien huye de las antorchas y los sabuesos, sino el hombre -la humanidad representada- quien se ve obligada a ceder su intelecto en pos de una indeseable supervivencia de ultratumba. Convertirse en vampiro es, en este caso, pertenecer a algo; pero al mismo tiempo esa pertenencia reclama todo rasgo de humanidad en el sujeto. El intelecto, el amor, la ciencia y el arte quedan suprimidas bajo una sola necesidad: alimentarse; es decir, retroceder a las necesidades primarias de la infancia.


Ser atacado por un vampiro:
Soñar con ser atacado por un vampiro es la delicia de todo analista freudiano, ya que apenas exige una genuflexión ante el viejo Sigmund de parte del practicante. En estos casos, conviene que el soñante se relaje, entregue prolijamente su cogote, y se someta a las más rigurosas sesiones de autoerotismo. Caso contrario, el próximo sueño no tendrá como protagonista a un vampiro, sino a un hosco estibador portuario.
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