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Dan Rivera custodio oficial de Annabelle murió de forma repentina el pasado domingo 13 de julio en Gettysburg.

El misterio volvió a rodear a la muñeca más temida del mundo. Dan Rivera, investigador paranormal y custodio oficial de Annabelle —el objeto “poseído” más famoso del legado de los Warren—, murió de forma repentina el pasado domingo 13 de julio en Gettysburg, Pensilvania, mientras participaba en una gira que mostraba al público la auténtica muñeca vinculada a fenómenos demoníacos.

De acuerdo con medios estadounidenses como People, The Sun y The Daily Beast, Rivera fue hallado sin vida en su habitación de hotel tras realizar tres presentaciones consecutivas con entradas agotadas. Paramédicos acudieron para intentar reanimarlo, pero fue declarado muerto en el lugar.
Annabelle estaba con él a la hora de su muerte
El evento formaba parte del tour “Devils on the Run”, una serie de exposiciones en ciudades clave del este de Estados Unidos donde se presentaba la verdadera Annabelle —una muñeca de trapo Raggedy Ann que ha sido catalogada como uno de los objetos más peligrosos del ocultismo moderno.
Durante esta gira, Dan Rivera no solo explicaba la historia de la muñeca, sino que también era responsable de su resguardo. Rivera había sido designado custodio oficial por la New England Society for Psychic Research (NESPR), fundada por Ed y Lorraine Warren, pioneros en investigaciones paranormales. Tras la muerte de Lorraine en 2019, Rivera asumió el rol de portavoz y protector de Annabelle.
El hecho de que la muñeca se encontrara con él al momento de su muerte no ha pasado desapercibido para los seguidores del mundo esotérico. Muchos internautas ya comienzan a especular si la “maldición de Annabelle” sigue activa.El hombre detrás de Annabelle: la historia de Dan Rivera
Dan Rivera era un investigador con más de una década de experiencia en lo paranormal. Veterano del ejército de EE.UU., originario de Connecticut y padre de cuatro hijos, también participó en programas de televisión como Most Haunted Places (Travel Channel) y fue consultor en 28 Days Haunted, Compañeros del gremio han expresado su conmoción por el fallecimiento, y lo recuerdan como un hombre apasionado por compartir el conocimiento oculto y advertir sobre los peligros de objetos supuestamente poseído

EL DEVORADOR DE NIÑOS DE BERNA: MISTERIO Y TERROR EN UNA ESCULTURA DE 500 AÑOS

  En el corazón de Berna, Suiza, se alza una figura que ha capturado la imaginación y el temor de generaciones durante casi medio milenio. El Kindlifresserbrunnen, o la Fuente del Devorador de Niños, es una escultura inquietante que representa a un ogro devorando bebés sin piedad, con un saco repleto de pequeños aterrados colgado al hombro. Pero, ¿qué historia se oculta tras esta macabra imagen?

Creada entre 1545 y 1546 por el escultor Hans Gi
eng, esta fuente ha sido objeto de múltiples interpretaciones, ninguna confirmada, y todas rodeadas de un halo de misterio. Algunos sostienen que la figura es una advertencia sombría dirigida a la comunidad judía de la época, dado el sombrero puntiagudo que lleva el ogro, similar al Judenhut que los judíos estaban obligados a usar. ¿Sería entonces un símbolo de persecución disfrazado de leyenda?
Otros sugieren que la estatua es una representación del titán Cronos, el devorador de sus propios hijos en la mitología griega, un emblema del tiempo y la muerte, o quizás una alusión a Krampus, el ser folclórico que castiga a los niños desobedientes durante el invierno. Incluso hay quienes hablan de un oscuro capítulo olvidado de la historia local: un hermano celoso del fundador de Berna, que en un arrebato de locura habría consumido a los niños del pueblo.
A pesar de todas estas teorías, la verdadera razón por la que esta aterradora figura fue erigida permanece en las sombras.
El Kindlifresserbrunnen no solo es una obra de arte renacentista; es un enigma petrificado en piedra que continúa inquietando a quienes se detienen a contemplarlo. Medio milenio después, su silueta macabra sigue resonando con un mensaje oculto, un recordatorio perturbador que desafía el paso del tiempo.

La muerte más brutal en la historia del buceo

La muerte más brutal en la historia del buceo ocurrió en segundos. Una escena tan espeluznante que todavía causa escalofríos.

En 1984, en la plataforma petrolera Byford Dolphin, sucedió uno de los accidentes más grotescos jamás registrados en el mundo del buceo. Cuatro buzos descendieron a grandes profundidades dentro de una campana de buceo. Pero algo salió terriblemente mal.
Durante el ascenso, enfrentaron problemas técnicos. El equipo en tierra los esperaba. Pero lo que encontraron fue una escena sacada de una película de horror.
Estas campanas están diseñadas para soportar una presión brutal a medida que bajan. Al subir, los buzos deben pasar por un túnel que conecta con una cámara de descompresión, que adapta el cuerpo al cambio sin causar daños internos.
Todo debe estar perfectamente sellado y calibrado pero ese día, un error humano desató el desastre.
Dos buzos ya estaban en la cámara, donde otros dos descansaban. Todo parecía ir bien, hasta que un operador externo abrió la compuerta al túnel, sin notar que la escotilla interna aún estaba abierta.
En ese momento la tragedia fue instantánea, la presión dentro era 9 veces mayor que afuera y el resultado fue una descompresión explosiva.
Los cuerpos fueron destrozados en milisegundos.
Uno de los buzos fue literalmente desintegrado como se muestra en la foto, partes de su cuerpo fueron halladas pegadas al techo de la cámara. Un infierno mecánico convertido en realidad.
Hasta hoy, sigue siendo considerada la muerte más violenta en la historia del buceo.

el ritual de la foto con la persona muerta

 Cinco hermanos fotografiados como recuerdo; la niña pequeña había sido asesinada. Mediante una especie de arnés mantenían erguidos a los difuntos para la última imagen antes de enterrarlos. Una costumbre habitual, antaño



el caso y leyenda de Christopher Todd Erick


 Una historia real que parece salida de una película de terror… pero es demasiado cierta.

Las luces blancas del museo brillaban con frialdad. Cada pasillo estaba lleno de restos humanos convertidos en exhibiciones. Entre vitrinas y cuerpos embalsamados, una madre se detuvo de pronto.
Lo reconoció de inmediato.
Era su hijo.
Había muerto hace una década bajo circunstancias confusas. Nunca le permitieron ver el cuerpo. La familia fue presionada para aceptar una cremación rápida… y ahora, inexplicablemente, su cuerpo aparecía como parte de una colección pública.
Su nombre: Christopher Todd Erick.
Su destino: no fue una tumba, fue una vitrina.
Los encargados del lugar mostraban papeles, permisos, sellos. Todo, según ellos, estaba “en regla”. Pero la madre no buscaba culpables aún. Solo exigía una cosa: una prueba de ADN. Quería certezas. Quería entender.
Estas eran sus preguntas:
• ¿Cómo terminó su hijo ahí?
• ¿Quién decidió convertir su cuerpo en exhibición?
• ¿Por qué nunca tuvo la oportunidad de despedirse?
Las autoridades respondieron con lo de siempre: silencio.